Un día como cualquier otro, el Sr. Yarok se levanto de la cama, pero en esta ocasión se levanto con un enorme agujero en el pecho. Se fijo en él al dirigirse al baño para tomar su ducha matutina y observarse en el espejo.
Tal visión aunque sorprendente, no causo ningún efecto en él. Se lo tomo como cuando alguien se levanta y descubre una cana nueva. Sin darle más importancia, se ducho y vistió para irse al trabajo con la misma templanza con la que se fijo en el hoyo de su pecho.
Es importante resaltar, que el Sr. Yarok, no era para nada una persona moderada. Su egocentrismo y ganas de ser visto por la gente, superaban con creces al cartel más luminoso que alguien se pueda imaginar.
Para sus conocidos, a veces resultaba incluso irritante. Cuando se reunían, él tenía siempre la última palabra, siempre sabía más, siempre era más que los demás, siempre más sin serlo, tanto para lo bueno como lo malo. Incluso si alguien había bebido más de lo debido, él alegaba ante todos que él estaba aun más ebrio y lo demostraba con ridículas exhibiciones de supuesta embriaguez que hacían aparecer en sus congéneres el sentimiento de vergüenza ajena.
Esa obsesión por ser visto, le ponía en más de una situación ridícula de telecomedia, pero a él no le desagradaba, es más, lo buscaba con ahínco para sentirse parte de algo.
En sí, era una persona bastante patética, que no consiguió nada en su vida en ningún aspecto y el Sr. Yarok era muy consciente de ello. Su manera de autoafirmarse era a través de su egocentrismo y de declararse públicamente superior y más interesante que los demás.
Pero esa mañana, todo ese carácter desapareció de repente, junto a un pedazo de su tórax.
Continuó su día con normalidad, tanto en el trabajo como con sus amistades, pero, las personas de su alrededor al percibir ese cambio en su carácter, se relajaron un poco ante su presencia y a consecuencia de ello, día tras día, fueron apreciando más el tiempo que pasaban con el Sr. Yarok, en vez de estar mirando el reloj para calcular el tiempo en que fuera políticamente correcto decir: “Disculpa, se hace tarde y mañana tengo que madrugar”.
Fue una época de mucha actividad social para el Sr. Yarok. La gente le llamaba para reunirse con él, las mujeres le miraban con otros ojos y en su trabajo empezaba a ser respetado. Por desgracia, el Sr. Yarok era incapaz de sentir nada de nada desde que le faltaba un pedazo de sí mismo. Pero en el fondo de su conciencia apreciaba todo aquello.
Paso el tiempo y la novedad fue convirtiéndose en costumbre. A la gente ya no le interesaba el Sr. Yarok. A los ojos de sus amistades paso a convertirse en una persona sumamente aburrida. En su trabajo le veían como un pasota aunque cumpliese con lo exigido. Poco a poco, la gente dejo de dirigirle la palabra y se fue quedando más y más solo. Aunque él quería cambiar esa situación con todo su corazón, fue incapaz de hacerlo, principalmente porque ya no tenía su corazón con él. Era incapaz de mostrar sentimiento alguno, pero si sentía claramente la angustia de ver derrumbarse el mundo que le rodeaba.
Cada día su angustia era mayor, cada instante era un infierno, ya que su cabeza lucida quería volver a su situación anterior pero su desaparecido corazón le impedía expresar ni sentir emoción alguna.
Acabo viviendo como un ermitaño, obsesionado con su vacio, creyendo que a cada instante este crecía más y más. Se quedo horrorizado al descubrir que en efecto así era y eso acrecentaba su obsesión y su ansia para volver a sentir algo de nuevo. Tal fue su empeño, que lo último que sintió fue su cuerpo aplastado contra el asfalto.
Aun así, su corazón egocéntrico siguió latiendo, en otra parte, alejado de su cuerpo inerte.
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