El señor Beige era una persona sencilla, su vida consistía en una inquebrantable rutina que él seguía con devoción. Cada día tomaba los mismos alimentos, se vestía igual que siempre con su ropa ya pasada de moda e iba por el mismo camino hacia su trabajo de siempre, que básicamente consistía en dar unas aburridas clases de historia.
Era una persona pálida y enjuta que pasaba fácilmente inadvertida a los ojos de toda la humanidad, lo que le provocaba que prácticamente no tuviese contacto con la sociedad. Pero a él no le importaba ya que conocer gente nueva aletearía su rutina.
Ocurrió en más de una ocasión en que algún alumno suyo para caerle simpático intentaba entablar una conversación insustancial fuera del horario docente, cosa que lamentaba a los pocos minutos al darse cuenta de que era imposible encontrar algo de qué hablar con el señor Beige que siempre se limitaba a evadir la mirada y contestar con leves expresiones faciales o asintiendo con la cabeza. No malgastaba palabra alguna, como si su sustento dependiera de ello y así se comportaba con todo el mundo.
En si era una persona bastante misteriosa a los ojos de la sociedad, ya que nada se sabía de él o de su familia. Pero los que se dignaban a intentar conocer sus misterios quedaban defraudados al descubrir que en realidad no escondía nada de nada. Era tal y como se mostraba ante la gente.
Durante el transcurso de su larga vida adulta, los elementos innovadores que iba incorporando a su monotonía no eran más que los estrictamente necesarios por los avances tecnológicos creados para la sociedad. Prácticamente se podían contar con los dedos de una mano las veces que abandono su eterna rutina. Por ejemplo la vez que fue a comprarse en los años 40 su primer televisor para así poder ahorrarse tener que ir al quiosco a comprar su periódico matutino para conocer las noticias del mundo que le rodeaba. Tal suceso estaba motivado principalmente para ahorrarse tener que ver al quiosquero cada mañana, que no era una persona muy agradable a los ojos del Sr. Beige. Aunque en realidad nadie era del agrado del Sr. Beige.
En una ocasión se compro un ordenador con la única finalidad de poder buscar información para sus clases en internet y no tener que ir a la biblioteca de su zona y encontrarse con algún conocido que le diera cháchara o con gente que estuviese ojeando los libros que el necesitaba y tener que renunciar a la información solo para no entablar una conversación.
Por lo demás, seguía con su monotonía día tras día. Ocasionalmente cambiaba de puesto de trabajo, pero no de profesión. Trasladaba con él sus aburridas clases y su aburrida vida a otra parte para cambiar de aires. Se supo de él que a las pocas décadas después de la terraformación de la luna, traslado allí su vida donde practica su amada y aburrida rutina día tras día tras día y donde se cree que aún sigue hoy día.
Pero de eso ya hace mucho tiempo.
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Me gustó mucho ese toque de ciencia ficción inesperado sobre el final!
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