miércoles, 3 de marzo de 2010

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Me levante por la mañana, sorprendido, pues no estaba en mi cama, ni en mi habitación, ni siquiera era por la mañana. Me encontraba en una cama enorme que se situaba en medio de una habitación inmensa, más grande que mi propio apartamento, una habitación de estilo clásico y llena de alfombras. En ese lugar tan ajeno a mí, se encontraban misteriosamente mis preciados libros en un rincón, mi jardincito de flores en otro y algunos objetos que me pertenecían en una mesita cerca de la puerta.
Totalmente incomodo por encontrarme en un lugar tan elegante, me incorpore, vestí y salí de allí.

Al salir, vi un montón de puertas numeradas, por lo que deduje que me encontraba en una especie de hotel, así que con paso ligero me dirigí a la salida. Por mi sorpresa, no del todo agradable, al bajar las escaleras, me encontrarme en un salón inmenso lleno de mesas donde se servía comida y bebida y en abundancia, y allí estaban, disfrutando de aquel manjar, antiguos compañeros de colegio, instituto y trabajos que ya para mí se perdieron en la inmensidad del tiempo y la memoria. Todos disfrutando, saludándome e invitándome a que me uniera a ellos. Grandes sentimientos de incomodidad y repulsión afloraron en mí, ya que no encontraba ni razón ni gana alguna de volver a ver toda aquella gente de la que no guardaba un buen recuerdo. Pero allí estaban, insistiendo en que me sentara con ellos.

Con una bonita sonrisa fingida, alegue estar ocupado y escape de allí como pude, apareciendo en otra sala, donde unas caras más amables me sonrieron. Mi familia, los pocos miembros más cercanos estaban allí, sonriendo y charlando. Me alegre de verlos, pero la sensación de irrealidad que emanaban sus gestos, expresiones y su manera de hablar y comportarse también me tiraron un poco para atrás.
Me sentía totalmente fuera de lugar, como si todo encajara menos yo, nada me daba una sensación cálida, aun siendo todo perfecto y sin ninguna preocupación aparente.
Paseando por el enorme recinto con estos pensamientos en mente, me tope con un hombre, vestido de “smoking”, calvo, muy pálido, con unos ojos, nariz y boca tan pequeños que prácticamente parecía una persona sin rostro. Me miro, (al menos eso parecía) y con una voz metálica me dio a entender, que el recinto en breves cerraría sus puertas para siempre y que estaba invitado a quedarme en aquel lugar para siempre o marcharme.

Una ligera angustia me asalto y decidí volver sobre mis pasos para avisar a los más cercanos a mí, pero al explicarles lo ocurrido simplemente me sonrieron y también me propusieron quedarme con ellos. Con desgana, me separe de ellos y me dirigí a la habitación en la que desperté. Si iba a salir de aquel lugar al menos recogería mis cosas. Me acerque a mis flores para ver si me las podría llevar y con un malestar terrible observe que estaban plagadas de gusanos y bichos negros con muchas patas. Al intentar matar uno, de dentro de su cuerpo salían dos más como él. Entendí que no me las podría llevar conmigo y me aparte de ellas con una gran pena. Entonces fui a recoger los objetos de encima de la mesa, que no eran más que unas postales y unas fotos, que por alguna extraña razón no se despegaban de la mesa y al no querer partirlas también las dejé donde estaban. La angustia se acrecentaba y la sensación de que se me echaba el tiempo encima para tomar una decisión también. Me acerque a los libros que intente meter en una mochila que tenía cerca. Cada vez que metía los libros comprobaba que podía ponerlos de maneras distintas para que cupiesen más, pero cada vez que los sacaba estos se hacían un poco más grandes y cada vez cabían menos. Dándome cuenta de que cada vez tenía menos tiempo, deje los libros allí y salí de la habitación no sin antes mirar bien lo que dejaba atrás, como para retenerlo en mi memoria al menos.

Volví hacia donde se encontraba mi familia evitando las viejas caras conocidas y les volví a insistir en que nos fuéramos. Todos y cada uno de ellos me sonrió y con la mirada fija me preguntaron que por que quería irme de aquel lugar.
Con desesperación ya, decidí apartarme de ellos y me acerque a la salida. En aquel momento la inquietud y el tormento eran inmensos. Por un lado la enorme puerta de salida se iba cerrando lentamente y por el otro, todo mi mundo conocido se encontraba en aquel lugar. Me sentía incapaz de decidir.

A cada instante estaba más turbado, pero entonces, cayó un rallo y me desperté en mi cama, en mi habitación y era por la mañana. Unas gotas de lluvia chocaban en el cristal de mi ventana y el retumbar de un rayo lejano iba desapareciendo.

Pero la gran duda seguía allí… ¿hubiese sido capaz de abandonar todo lo que me era familiar y conocido, aun no siendo del todo agradable, por una libertad incierta?

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